
Dirigida por Stuart Beattie y basada en la novela gráfica de Kevin Grevioux, Yo, Frankenstein (I, Frankenstein) reimagina al icónico monstruo creado por Mary Shelley dentro de un mundo de fantasía y acción sobrenatural. Con una mezcla de mitología, ciencia y oscuridad gótica, la película transforma la clásica historia del ser marginado en una épica batalla entre el bien y el mal.
La historia comienza tras los eventos de la novela original: Adam (Aaron Eckhart), la criatura creada por el Dr. Frankenstein, vaga por el mundo en busca de un propósito. Sin embargo, su existencia solitaria da un giro cuando se ve atrapado en una guerra milenaria entre gárgolas y demonios. Rechazado tanto por los humanos como por los seres celestiales, Adam deberá decidir de qué lado está… o si su destino es crear su propio camino.
Aaron Eckhart ofrece una interpretación sobria y melancólica de Frankenstein, alejándose del monstruo clásico para presentar a un guerrero trágico y reflexivo. Su lucha no es solo física, sino existencial: busca comprender su lugar en un mundo que no lo acepta. Bill Nighy brilla como el demoníaco príncipe Naberius, mientras que Miranda Otto encarna a Leonore, la reina de las gárgolas, aportando nobleza y espiritualidad al conflicto.
Visualmente, Yo, Frankenstein combina la estética sombría del cine gótico con la espectacularidad del cine de acción moderno. Las secuencias de combate, las transformaciones demoníacas y los escenarios dominados por fuego y piedra evocan el estilo visual de Underworld, con la que comparte productores y tono. Los efectos visuales y la ambientación refuerzan el sentimiento de grandeza y tragedia que envuelve al protagonista.
El guion aborda temas de identidad, fe y redención. Adam no lucha por dominar el mundo, sino por entender su propósito y reconciliarse con su propia existencia. Esa búsqueda espiritual le otorga profundidad al relato, elevándolo por encima de un simple enfrentamiento sobrenatural. La película plantea una pregunta clave: ¿puede una creación encontrar su alma?
Yo, Frankenstein (2014) combina acción frenética, ambientación gótica y reflexión existencial en una historia que moderniza el mito sin perder su esencia trágica. Aunque no busca reinventar el género, ofrece una experiencia visual poderosa y un protagonista que encarna la eterna lucha entre la humanidad y la monstruosidad. Un relato sobre la soledad, la fe y la esperanza de hallar redención en medio del caos.