
Dirigida por Coralie Fargeat y estrenada en 2024 con el título original The Substance, esta película mezcla horror corporal, sátira social y un drama psicológico feroz para explorar cómo la obsesión por la juventud y la perfección puede convertirse en una pesadilla irreversible. Con una propuesta visual provocadora y actuaciones intensas, el filme se adentra en un espiral grotesco donde la identidad se fragmenta y el cuerpo deja de pertenecerle a quien lo habita.
La historia sigue a una celebridad cuya carrera se ha visto relegada por el paso del tiempo y las crueles exigencias de la industria. Su soledad, la presión mediática y el miedo a volverse invisible la llevan a un estado emocional frágil en el que cualquier promesa de “renacimiento” parece tentadora. Fargeat retrata este mundo con una crudeza incómoda, mostrando la violencia simbólica y real de un entorno que exige perfección a cualquier costo.
Cuando le ofrecen una innovadora sustancia capaz de crear una versión más joven, fresca y “perfecta” de sí misma, la protagonista acepta sin medir las consecuencias. Lo que al inicio parece una solución mágica se transforma en una experiencia caótica y dolorosa: dos cuerpos, dos vidas y dos identidades que comienzan a interferir y a devorarse mutuamente. El concepto es tan perturbador como fascinante, un espejo oscuro de la obsesión contemporánea por la imagen.
El filme utiliza efectos prácticos y una estética visceral para mostrar la degradación física en toda su intensidad. La piel, los huesos, los músculos: todo se convierte en un campo de batalla donde la juventud artificial choca con la vida real que intenta resistir. La película no teme mostrar lo grotesco, lo sangriento y lo doloroso, convirtiendo cada transformación en un recordatorio de que ninguna perfección es gratuita.
La lucha no es solo corporal; también es emocional. La protagonista se enfrenta a su propia inseguridad, a la necesidad de ser amada, a la presión social y al vacío existencial que intenta llenar con una copia de sí misma. La coexistencia entre ambas versiones se convierte en una guerra silenciosa donde la identidad se diluye, y donde cada una reclama ser la “verdadera”. Es un retrato profundamente humano de cómo la autoexigencia puede convertirse en autodestrucción.
El desenlace es impactante, retorcido y lleno de simbolismo. Fargeat lleva la historia a un último acto explosivo donde la violencia, el dolor y la desesperación alcanzan niveles insoportables. La película cierra con un mensaje contundente sobre la presión estética, el culto a la juventud y las consecuencias de intentar escapar de uno mismo. “La sustancia” deja cicatrices: emocionales, visuales y simbólicas, haciendo honor a su reputación como uno de los relatos más intensos del horror moderno.