
Dirigida por Chiwetel Ejiofor y estrenada en 2019 con el título original The Boy Who Harnessed the Wind, esta película relata el inspirador viaje de un joven cuyo ingenio desafió la tragedia. En El niño que domó el viento (2019), la narrativa sigue la historia verídica de William Kamkwamba, interpretado con extraordinaria sensibilidad por Maxwell Simba, mientras lucha contra la sequía y la pobreza en Malawi. La actuación del propio Chiwetel Ejiofor, quien también encarna al padre del protagonista, añade una capa emocional que refuerza el vínculo entre familia, tradición y supervivencia. La película transmite la fuerza transformadora del conocimiento y la esperanza.
La película nos introduce en un entorno devastado por la sequía, donde la tierra agrietada y los cultivos perdidos reflejan el sufrimiento de toda la comunidad. La tensión aumenta a medida que la hambruna se vuelve inevitable y cada familia debe tomar decisiones desgarradoras. La cámara capta el día a día con honestidad brutal: el esfuerzo agotador, los sacrificios silenciosos y la desesperación creciente. Este contexto no funciona solo como escenario, sino como un enemigo invisible que amenaza con destruirlo todo.
A pesar de los obstáculos, William mantiene una curiosidad inagotable. Su pasión por aprender y su fascinación por la electricidad lo llevan a explorar libros de ciencia abandonados en la escuela. Maxwell Simba transmite con fuerza la chispa interior del joven inventor: una mezcla de timidez, inteligencia y determinación. La película destaca la importancia de la educación como herramienta de cambio y la capacidad de los jóvenes para encontrar soluciones donde los adultos solo ven imposibles.
La construcción del molino de viento es uno de los puntos más emocionantes del filme. Cada pieza recuperada, cada experimento fallido y cada momento de duda convierten el proceso en un viaje personal profundo. La relación entre William y su padre, interpretado con conmovedora fuerza por Chiwetel Ejiofor, evoluciona desde la incredulidad y el conflicto hasta el respeto y la unión. El molino no es solo una máquina: es un símbolo de resistencia, ingenio y esperanza para toda la comunidad.
La película muestra las tensiones familiares provocadas por la pobreza extrema. Aïssa Maïga, como la madre de William, destaca en escenas cargadas de dolor y amor incondicional, sosteniendo a la familia en los momentos más difíciles. Los conflictos entre tradición y modernidad, obediencia y rebeldía, se entrelazan con delicadeza, revelando que el precio de la supervivencia puede ser emocionalmente devastador. Sin embargo, también muestra que el amor familiar es la fuerza que posibilita el cambio.
El desenlace de El niño que domó el viento (2019) es profundamente emotivo. Al encenderse el molino, la comunidad recupera la fe en el futuro. La lluvia no llega de inmediato, pero la esperanza sí. La película cierra con un mensaje poderoso: la innovación puede surgir en los lugares más inesperados y transformar vidas. Ejiofor entrega un filme humano, inspirador y lleno de verdad, que recuerda que incluso en la oscuridad más profunda, una idea puede encender la luz del mañana.