
Dirigida por Megan Park y estrenada en 2024 con el título original My Old Ass, Mi yo del futuro (2024) cuenta la historia de Elliott, interpretada con sensibilidad por Maisy Stella, una adolescente que vive su último verano en casa antes de partir a la universidad. Su vida da un giro surrealista cuando conoce a una versión adulta de sí misma, encarnada por Aubrey Plaza, quien aparece para advertirle sobre un chico que está a punto de conocer. La premisa fantástica se convierte en un viaje profundamente emocional sobre identidad, destino y autodescubrimiento.
La película captura la esencia del fin de la adolescencia: las inseguridades, los sueños, las amistades que parecen eternas y el vértigo de tomar decisiones que podrían marcar el futuro. Elliott vive este verano atrapada entre la emoción y el miedo, mientras intenta descifrar si las advertencias de su yo futura son un intento de protegerla o una limitación que la priva de vivir plenamente sus propias experiencias.
La relación entre Elliott joven y su yo adulta es el corazón de la historia. Aubrey Plaza aporta humor, ironía y una melancolía inesperada, contrapesando la espontaneidad luminosa de Maisy Stella. Sus conversaciones funcionan como confesiones íntimas entre dos etapas de una misma vida: la que quiere vivir sin miedo y la que carga con las cicatrices del camino recorrido.
El romance que se aproxima es el eje del conflicto. Elliott siente una atracción genuina por un chico que recién conoce, mientras su yo futura insiste en que alejarse de él es crucial. Esa dualidad construye una tensión emocional que obliga a Elliott a preguntarse si el dolor del futuro puede justificar renunciar a un presente que la impulsa a crecer.
La película utiliza el elemento fantástico no como un truco argumental, sino como una metáfora del miedo a equivocarse. El encuentro con su yo adulta refleja el deseo universal de recibir respuestas antes de tomar decisiones, a la vez que muestra la imposibilidad —y la necesidad— de aceptar que la vida también se aprende desde la incertidumbre.
El desenlace de Mi yo del futuro (2024) abraza la idea de que nadie puede vivir por nosotros, ni siquiera una versión futura de nosotros mismos. Elliott comprende que debe equivocarse, decidir y amar por sí misma, incluso si eso implica dolor. La película cierra con un mensaje luminoso, honesto y profundamente humano: crecer significa caminar hacia adelante con valentía, aun cuando no sepamos qué viene después.