
Dirigida por Roger Michell y estrenada en 2010 con el título original Morning Glory, Un despertar glorioso (2010) se adentra en el frenético y muchas veces despiadado mundo de la televisión en vivo, donde la sonrisa frente a cámara esconde tensiones, egos y decisiones tomadas al límite. La película presenta el detrás de escena de un programa matinal en decadencia, mostrando cómo la presión por la audiencia convierte cada emisión en una batalla diaria. Desde el inicio, el filme deja claro que el espectáculo no termina cuando se apagan las luces del estudio.
La protagonista es Becky Fuller, interpretada con energía contagiosa por Rachel McAdams, una productora joven, apasionada y prácticamente incapaz de desconectarse del trabajo. Becky representa la ambición moderna llevada al extremo: vive para su carrera y cree firmemente que con esfuerzo suficiente cualquier proyecto puede salvarse. La película construye su personaje desde el agotamiento y la determinación, mostrando cómo su optimismo choca constantemente con un entorno cínico y poco dispuesto a cambiar. Becky no busca fama, busca demostrar que puede hacerlo mejor.
El conflicto principal se intensifica con la llegada de Mike Pomeroy, interpretado por Harrison Ford, un veterano periodista serio, malhumorado y completamente fuera de lugar en un programa matinal ligero. Mike desprecia la superficialidad del formato y no oculta su desdén por el espectáculo televisivo. Su choque con Becky genera gran parte del humor del filme, pero también plantea una reflexión sobre el periodismo, el prestigio y la dificultad de adaptarse a un mundo mediático que prioriza el entretenimiento sobre la profundidad.
La relación entre Mike y la carismática presentadora Colleen Peck, interpretada por Diane Keaton, aporta una tensión deliciosa al programa. Mientras Colleen encarna el encanto, la cercanía y el tono amable que el público espera, Mike se niega a suavizar su estilo. La película utiliza esta dupla para mostrar cómo la televisión se construye a partir de contrastes forzados, donde la química en pantalla no siempre refleja armonía detrás de cámaras. El resultado es tan incómodo como entretenido.
En paralelo al caos laboral, Un despertar glorioso (2010) explora el impacto del trabajo extremo en la vida personal. Becky inicia una relación con un productor interpretado por Patrick Wilson, que funciona como contrapunto emocional a su obsesión profesional. La película no condena la ambición, pero sí cuestiona el costo de vivir permanentemente conectada al trabajo. Este equilibrio entre comedia romántica y sátira laboral le da al filme un tono cercano y reconocible.
El desenlace de Un despertar glorioso (2010) apuesta por una resolución optimista sin caer en el idealismo ingenuo. Los personajes no cambian por completo, pero aprenden a ceder, adaptarse y reconocer el valor del esfuerzo colectivo. La película concluye celebrando la pasión por el trabajo bien hecho, incluso en un medio tan caótico como la televisión. Es un cierre luminoso y satisfactorio que consolida al filme como una comedia inteligente, encantadora y sorprendentemente vigente, capaz de hacer reír mientras reflexiona sobre el éxito, el ego y la vocación.