
Dirigida por Luke Greenfield y estrenada en 2025 con el título original Playdate, la película arranca desde un escenario cotidiano para desmontarlo sin piedad. Brian (Kevin James) es un contador desempleado que ha asumido el rol de padre a tiempo completo, intentando mantener cierta dignidad en una vida que se le vino abajo. Cuando acepta una simple cita de juegos con Jeff (Alan Ritchson), cree estar comprando una tarde de normalidad, sin sospechar que ese pequeño gesto detonará una espiral de violencia, persecuciones y decisiones desesperadas que arrastrarán incluso a sus hijos.
La película no pierde tiempo en dejar claro que Brian no es un héroe de acción. Su torpeza, inseguridad y miedo son expuestos sin filtros cuando la tarde tranquila se convierte en una huida constante. A diferencia de otros relatos similares, aquí los niños no desaparecen del conflicto: están presentes, observan y sufren. El filme muestra cómo Brian se ve obligado a redefinir su rol como padre en tiempo real, pasando de protector pasivo a figura activa en un entorno que no comprende ni controla.
Jeff (Alan Ritchson) se revela rápidamente como algo muy distinto al papá relajado que aparentaba. La película no oculta el giro: está involucrado en un asunto criminal que atrae a un grupo de mercenarios dispuestos a eliminar testigos. Su físico imponente contrasta con la irresponsabilidad de haber arrastrado a niños a una situación letal. Este contraste genera una tensión constante entre comedia y peligro real, donde cada decisión errada aumenta el riesgo para todos.
Uno de los elementos más incómodos del film es su negativa a suavizar el peligro. Las persecuciones no se detienen porque haya menores involucrados; al contrario, esa presencia eleva la angustia. La película muestra escenas donde Brian debe mentir, improvisar y exponerse a la violencia directa mientras intenta mantener la calma frente a sus hijos. El humor existe, pero siempre está contaminado por la sensación de que un error mínimo puede tener consecuencias irreversibles.
El elenco secundario refuerza el tono híbrido del relato. Personajes interpretados por Sarah Chalke, Alan Tudyk, Stephen Root e Isla Fisher aportan momentos de alivio, pero también empujan la trama hacia decisiones más extremas. Los niños, encarnados por Benjamin Pajak y Banks Pierce, no son simples accesorios narrativos: reaccionan, cuestionan y exponen el absurdo de un mundo adulto que se desmorona frente a ellos.
El clímax no ofrece una victoria limpia. Aunque los mercenarios son finalmente neutralizados y los niños sobreviven, el daño ya está hecho. Brian no regresa a casa como el mismo hombre: ha comprendido que proteger no siempre significa controlar, sino asumir riesgos. Un día fuera de control cierra con una reflexión clara y sin sentimentalismo: la adultez no se mide por la estabilidad económica, sino por la capacidad de responder cuando todo se rompe en el peor momento posible.