
Dirigida por Alex Winter y estrenada en 2025 con el título original Adulthood, la película construye un relato oscuro donde crecer no es una meta, sino una sentencia inevitable. Desde el inicio, la historia deja claro que no se trata de aprender lecciones ni de redención, sino de enfrentar las consecuencias acumuladas de generaciones anteriores. La adultez aquí se presenta como un infierno heredado, donde los errores de los padres no solo pesan, sino que exigen ser pagados con intereses. El tono cínico y melancólico marca un descenso constante hacia decisiones cada vez más destructivas.
La historia sigue a los hermanos Meg (Kaya Scodelario) y Noah (Josh Gad) cuando regresan a la casa familiar tras el derrame cerebral de su madre. Lo que comienza como una limpieza rutinaria se convierte en una pesadilla cuando descubren el esqueleto de un vecino desaparecido, emparedado en el sótano. A partir de ese momento, la película no esconde su rumbo: el hallazgo no impulsa a los protagonistas a hacer lo correcto, sino a hundirse más profundamente en la negación, el miedo y la violencia.
Uno de los aspectos más perturbadores del filme es su honestidad brutal al mostrar cómo Meg y Noah siempre optan por la peor decisión posible. Cada oportunidad de redención se convierte en una escalada de errores, encubrimientos y nuevos crímenes. La película deja claro, sin ambigüedades, que no son víctimas inocentes del pasado, sino adultos que eligen activamente la destrucción. El guion expone cómo la culpa se diluye cuando la supervivencia personal se impone sobre cualquier principio moral.
A medida que los cuerpos se acumulan y las mentiras se vuelven más elaboradas, Adultez se transforma en una crítica inquietante al silencio de los suburbios. El entorno aparentemente tranquilo se revela como un espacio donde los secretos grotescos conviven con la rutina diaria. La película muestra sin sutilezas cómo la armonía visual de las casas cercadas y los jardines es solo una fachada, detrás de la cual se esconde una violencia latente que todos prefieren ignorar.
La presión aumenta cuando una niñera oportunista (Billie Lourd) y un primo entrometido (Anthony Carrigan) irrumpen en la vida de los hermanos, atraídos por el misterio y la posibilidad de beneficio propio. Estos personajes no traen salvación, sino que aceleran el colapso. La película deja claro que cada nuevo testigo es una amenaza y que la violencia se convierte en la solución más sencilla para mantener el secreto, empujando a Meg y Noah más allá de cualquier punto de retorno.
El desenlace de Adultez no ofrece alivio ni aprendizaje. Cuando todo se desmorona, la película afirma con crudeza que crecer no significa ser mejor, sino asumir que somos responsables de repetir o amplificar los pecados heredados. La última imagen refuerza la idea central: la adultez es una sucesión de obligaciones asfixiantes, breves instantes de calma y estallidos de furia antes de volver al abismo. Winter cierra su historia dejando una reflexión incómoda: quizá el mayor logro de crecer sea convertirse exactamente en aquello que juramos no ser.