
Capitán América: Civil War, dirigida por Anthony y Joe Russo, marca un punto de quiebre en el Universo Cinematográfico de Marvel. Ya no se trata de salvar el mundo, sino de decidir cómo hacerlo. Tras un accidente con víctimas civiles, los gobiernos del mundo proponen controlar a los Vengadores mediante los Acuerdos de Sokovia. Esta decisión divide al equipo… y a sus ideales.
Por un lado, Steve Rogers (Chris Evans) cree en la libertad de actuar sin interferencia política. Por otro, Tony Stark (Robert Downey Jr.) defiende la supervisión como responsabilidad necesaria. Esta división se vuelve personal cuando Bucky Barnes —el Soldado del Invierno— vuelve a entrar en escena, acusado de un atentado que reabre viejas heridas.
Lo que hace única a Civil War es que no hay un enemigo externo con un plan de dominación global. El verdadero conflicto nace dentro del grupo: amistad, culpa, lealtad y traición. Aunque hay acción espectacular, el peso emocional recae en las decisiones que separan a los personajes que aprendimos a querer unidos.
La película introduce a Black Panther (Chadwick Boseman) con fuerza y dignidad, y presenta por primera vez a Spider-Man (Tom Holland) en el MCU con un carisma instantáneo. El enfrentamiento en el aeropuerto de Leipzig es una de las escenas de acción más icónicas de Marvel: intensa, divertida y dolorosa a la vez.
Bajo sus trajes y poderes, los personajes se muestran vulnerables. Civil War habla sobre las consecuencias de las decisiones, el peso de la historia personal y la dificultad de hacer lo correcto cuando hay tanto en juego. No hay respuestas fáciles… y ese es justamente su mayor logro.
Capitán América: Civil War no solo cierra la trilogía del Capitán, sino que inicia una nueva era en el MCU. Su tono más serio, su conflicto moral y su impacto en futuras películas la convierten en una de las entregas más importantes y complejas del universo Marvel.