
Dirigida por Mark L. Lester y estrenada en 1985 con el título original Commando, Comando (1985) se consolida como uno de los grandes pilares del cine de acción ochentero. La película sigue a John Matrix, interpretado por el icónico Arnold Schwarzenegger, un excomando de operaciones especiales cuya vida pacífica se derrumba cuando su hija es secuestrada para obligarlo a colaborar con un dictador sudamericano. Desde ese momento, Matrix emprende una carrera contrarreloj donde la fuerza bruta, la astucia militar y la determinación paternal se fusionan para construir una aventura tan explosiva como inolvidable.
El corazón de la película es su protagonista: un soldado retirado que no ha perdido ni su disciplina ni su instinto letal. Arnold Schwarzenegger encarna a Matrix con una mezcla perfecta de dureza, humor lacónico y poder físico abrumador. Su motivación —la búsqueda desesperada de su hija— le otorga un impulso emocional que complementa la acción constante. Cada decisión, cada movimiento y cada enfrentamiento muestran a un hombre capaz de desmantelar ejércitos enteros si es necesario, sin perder nunca el sentido de propósito ni la humanidad que lo impulsa.
Comando (1985) destaca por su ritmo trepidante: persecuciones, tiroteos, explosiones y combates cuerpo a cuerpo se suceden sin dar un segundo de tregua. La película es consciente de su identidad: es un festival de acción sin filtros, directo, musculoso y cinematográficamente exagerado en el mejor sentido. Desde la huida del avión hasta el asalto final a la mansión militarizada, cada secuencia está diseñada para elevar la adrenalina al máximo y dejar al espectador sin aliento.
El antagonismo múltiple añade capas de entretenimiento: desde el dictador Arius hasta el traicionero Bennett, cada villano aporta tensión y una presencia amenazante. Bennett, en particular, ofrece un contrapunto memorable a Matrix, con una personalidad desequilibrada que convierte sus encuentros en auténticos duelos de fuerza y voluntad. La película aprovecha estos contrastes para reforzar el viaje del héroe, mostrando que la violencia del conflicto no solo es física, sino también emocional y estratégica.
Los paisajes tropicales, las bases militares improvisadas y las calles urbanas construyen un mosaico visual perfectamente alineado con el cine de acción de la época. La fotografía juega con colores cálidos y contrastes fuertes que potencian cada explosión y cada destello de metal. La música, firme y rítmica, acompaña la narrativa con un pulso heroico que multiplica la energía de cada enfrentamiento. Todo converge para crear una atmósfera reconocible, casi emblemática dentro del género.
Comando (1985) no es solo una película: es un referente. Su influencia se extiende a generaciones de cineastas y fanáticos que ven en ella un ejemplo puro de entretenimiento directo, efectivo y memorable. La intensidad del viaje de John Matrix, su carisma brutal y la fuerza narrativa del rescate paternal la convierten en un emblema del cine popular. A día de hoy, sigue siendo una experiencia vibrante, divertida y explosiva que demuestra por qué Arnold Schwarzenegger se consolidó como uno de los grandes íconos de la acción.