
Dirigida por James Wong, Destino final (Final Destination) es una película de terror que marcó un antes y un después en el género a inicios de los 2000. La historia comienza cuando Alex Browning (Devon Sawa), un joven estudiante, tiene una premonición durante un viaje escolar: el avión en el que viajan explotará en el aire. Al entrar en pánico logra bajar junto con algunos compañeros, y poco después, la tragedia ocurre tal como lo vio en su visión.
Lo que parece un golpe de suerte pronto se convierte en una pesadilla. Los sobrevivientes comienzan a morir en extraños y escalofriantes accidentes. Alex descubre que la Muerte tiene un plan y que cada uno de ellos está destinado a morir en el orden original del accidente. La tensión crece mientras intentan engañar a lo inevitable.
El elenco encabezado por Devon Sawa, Ali Larter y Kerr Smith representa a jóvenes comunes enfrentados a una fuerza incontrolable. Sus actuaciones transmiten vulnerabilidad y miedo, logrando que el espectador se conecte con la angustia de no saber cómo ni cuándo llegará el siguiente final.
Uno de los sellos de la película son las secuencias de muerte: originales, inesperadas y cargadas de suspenso. Cada escena se convierte en un rompecabezas macabro donde lo cotidiano —un baño, un cable suelto, una carretera— puede transformarse en el desencadenante del horror.
La música y los efectos sonoros refuerzan la tensión constante, utilizando silencios inquietantes y sonidos abruptos que mantienen al espectador al borde del asiento. La atmósfera sonora se convierte en un aliado del terror.
Destino final no solo fue un éxito de taquilla, también dio origen a una franquicia de culto que se expandió con múltiples secuelas, cada una explorando nuevas formas en las que la Muerte reclama lo que le pertenece. Una propuesta fresca para su época que sigue siendo un referente del cine de terror adolescente.