
Durante más de 20 años, Walt Disney intentó convencer a la autora P.L. Travers de que le permitiera adaptar su libro Mary Poppins al cine. Ella siempre se negó. No confiaba en que Hollywood pudiera respetar el alma de su historia. Pero en 1961, desesperada por dinero, acepta viajar a Los Ángeles para escuchar la propuesta… sin prometer nada. Así comienza una negociación que es mucho más que un contrato: es un choque entre la fantasía de Walt y los traumas no resueltos de Travers.
Mientras los guionistas, compositores y Walt mismo intentan ganarse su aprobación, Travers se resiste a cada canción, cada cambio, cada sugerencia. Pero poco a poco, su fachada de rigidez empieza a resquebrajarse. A través de flashbacks vemos su infancia en Australia, marcada por la figura de su padre, un hombre encantador pero roto por el alcoholismo. Mary Poppins no fue solo un libro: fue su intento de reparar lo que la vida le arrebató.
Dirigida por John Lee Hancock y protagonizada por Tom Hanks como Walt Disney y Emma Thompson como P.L. Travers, esta película combina dramatismo, humor contenido y una sensibilidad profunda. No se trata solo de cómo nació un clásico del cine, sino de cómo dos personas opuestas encuentran terreno común en la memoria, el duelo y la creación.
El sueño de Walt nos recuerda que detrás de las historias que amamos hay heridas, búsquedas y personas complejas. Y que a veces, escribir o filmar no es solo entretenimiento, sino un acto de reconciliación personal. Travers no quería ceder su personaje, porque en el fondo, era todo lo que le quedaba de su padre. Y Walt, con su propio pasado difícil, lo entendió mejor de lo que ella imaginaba.
El sueño de Walt es una película sobre empatía, creación y el poder transformador del arte. Ideal para quienes aman el cine clásico, la literatura y esos relatos que no gritan, pero dejan huella. A veces, lo más mágico no está en los efectos especiales, sino en el corazón que se pone en cada palabra.