
Dirigida por Ethan Coen y estrenada en 2025 con el título original Honey Don’t!, Honey Don’t! (2025) abre con una escena inquietante: un choque en Bakersfield deja muerta a Mia Novotny, y antes de que llegue la policía, una mujer llamada Chere toma de su dedo un anillo con una cruz, se zambulle en un lago y desaparece en motocicleta. La llegada de la detective privada Honey O’Donahue, interpretada por Margaret Qualley, instala de inmediato un tono noir moderno, sensual y peligroso: ella reconoce a Mia, pero le miente al detective Marty Metakawich (Charlie Day) y asegura que no era su clienta, como si el caso fuera demasiado sucio para decirlo en voz alta.
Honey vuelve a su oficina, entre el ritmo rutinario del trabajo y un encargo aparentemente menor: Mr. Siegfried (Billy Eichner) sospecha que su novio lo engaña. Pero el golpe emocional real está en su vida personal: su hermana Heidi (Kristen Connolly) lidia con la crianza y con Corinne (Talia Ryder), una adolescente intensa que sale con Mickie y carga un mundo de riesgos encima. Honey se mueve entre la calle y la familia con una mezcla de dureza y ternura, como si supiera que la verdad siempre cobra intereses, y que en esta ciudad los secretos no se guardan: se pudren.
La investigación conduce al Four-Way Temple Church, donde el reverendo Drew Devlin (Chris Evans) predica una cosa y practica otra: sexo, control, drogas y una red que usa la vulnerabilidad ajena como combustible. Su mano derecha Shuggie limpia problemas, y Chere actúa como enlace con traficantes franceses, presionando a Drew por “errores” que podrían vincular a la iglesia con la muerte de Mia. Honey, al revisar el hogar de la víctima, encuentra un traje de S&M y entiende que la historia pública de “chica normal” no alcanza: aquí hay doble vida, coerción y un sistema que devora a quien entra sin protección.
Cuando Colligan muere en un atropello tras un trato turbio por drogas, el caso se vuelve personal: era el novio de Mr. Siegfried. La violencia escala rápido: Drew ordena silenciar cabos sueltos, Shuggie ataca a Héctor y todo explota en un espiral brutal que termina con Drew ejecutando a Héctor frente a testigos aterrados. En paralelo, Honey se acerca a la oficial MG Falcone (Aubrey Plaza), una atracción mutua que se vuelve íntima y explícita, y que funciona como descanso emocional… hasta que el descanso se siente como una trampa perfectamente tendida.
La desaparición de Corinne rompe el equilibrio: Honey golpea a Mickie por abusivo, pero él no es el secuestrador. Como si el pasado quisiera reclamar su lugar, aparece el padre ausente de Honey y Heidi, una presencia incómoda que recuerda heridas antiguas. Luego llega el giro clave: Marty revela que Mia fue apuñalada antes del choque. Honey vuelve a la iglesia buscando a Corinne y escucha un disparo: Chere ejecuta a Drew por orden de los franceses. Pero el verdadero horror llega cuando Honey descubre una pista en casa de MG —una mancha de labial idéntica a la de Corinne— y entiende que su amante es quien la tomó.
MG se revela como asesina: mató a su padre, a Mia y a otras mujeres ligadas al templo, convencida de “salvarlas” de una vida que considera perdida. En la pelea, MG apuñala a Honey, y Honey le dispara tres veces antes de desmayarse. Corinne reaparece con Heidi y el caso se cierra con una calma amarga: la verdad existía, pero estaba escondida en la cama donde Honey buscó consuelo. En el final, ya recuperándose, Honey ve a Chere nuevamente en la carretera, coquetea con ella y le propone acompañarla, como si después de sobrevivir a lo peor todavía necesitara mirar al peligro a los ojos… y sonreírle primero.