
Dirigida por Bridget Savage Cole y Danielle Krudy, y estrenada en 2024 con el título original House of Spoils, esta película mezcla terror psicológico, drama y elementos sobrenaturales para contar la historia de una chef que intenta reconstruir su vida abriendo un restaurante en una antigua propiedad rural. Lo que debería ser un sueño hecho realidad se transforma en una pesadilla silenciosa donde la presión, los traumas y fuerzas invisibles comienzan a desmoronar su cordura.
La protagonista llega al lugar con un objetivo claro: demostrar que puede triunfar por mérito propio. Su talento culinario es indiscutible, pero también lo es su fragilidad emocional. La película retrata su lucha interna con una honestidad brutal: el miedo a fallar, la ansiedad por cumplir expectativas y los recuerdos de un pasado que todavía pesa. Cada plato que prepara se convierte en un acto de resistencia, una batalla contra sí misma y contra las voces que intentan derrumbarla.
La propiedad donde instala su restaurante es un personaje más: una construcción antigua, llena de rincones oscuros, pasillos silenciosos y señales que advierten que algo —o alguien— sigue habitándola. Ruidos nocturnos, objetos que se mueven, olores inexplicables y visiones fugaces transforman la cocina en un escenario de terror. La película jamás sobreexplica lo que ocurre; en cambio, deja que la tensión crezca como un fuego lento que amenaza con consumirlo todo.
A medida que la apertura del restaurante se acerca, la chef empieza a perder la estabilidad emocional. Las críticas anticipadas, los proveedores exigentes y la soledad del lugar actúan como catalizadores para su deterioro mental. La película retrata esta caída con una precisión casi angustiosa: respiraciones agitadas, manos temblorosas, platos que se rompen, silencios que se vuelven insoportables. Cada escena transmite la sensación de que la realidad se está fracturando.
Las apariciones se vuelven más intensas, más claras, más invasivas. La protagonista comienza a entender que la casa guarda secretos oscuros relacionados con violencia, abandono y dolor. A través de visiones fragmentadas, descubre que la historia del lugar está íntimamente conectada con su propio viaje emocional. El terror deja de ser solo externo: se convierte en un espejo de sus miedos más profundos, obligándola a confrontar verdades que había intentado ignorar.
El desenlace combina tensión, revelación y una sensación amarga de destino cumplido. La chef enfrenta la presencia que habita la casa, pero también enfrenta la parte de sí misma que la había llevado al borde del colapso. No todas las preguntas encuentran respuesta; algunas se quedan flotando, como el olor persistente de un plato que nunca terminó de enfriarse. “La casa de los despojos” cierra con un tono sombrío, evocador y profundamente inquietante, dejando al espectador con la sensación de haber presenciado un descenso tan emocionante como perturbador.