
En la Alemania nazi, una niña llamada Liesel es enviada a vivir con una familia adoptiva. En un mundo invadido por el miedo y el silencio, descubre el poder de las palabras al aprender a leer. Roba libros no por rebeldía, sino por necesidad: la de entender, resistir y darle sentido a lo que la rodea. Entre bombardeos y secretos, nace una historia de amor a la lectura, a la vida… y a quienes se atreven a contarla.
La película, basada en la novela de Markus Zusak, está contada desde un narrador inusual: la Muerte. A través de sus ojos vemos la historia de Liesel y de todos los que la rodean: Hans, su bondadoso padre adoptivo; Rosa, su madre severa pero protectora; Max, el joven judío que esconden en el sótano. Cada personaje deja una huella, y cada libro robado es un acto de resistencia en un mundo que quema palabras.
Dirigida por Brian Percival, La ladrona de libros no busca grandes batallas, sino los pequeños gestos de valentía cotidiana. La fotografía suave, los colores apagados y la cámara cercana nos colocan en medio de una vida simple atravesada por la historia. Sophie Nélisse brilla como Liesel, con una mirada profunda que transmite curiosidad, miedo y esperanza a la vez.
La música, compuesta por John Williams, es sutil y emotiva. Acompaña las emociones sin invadirlas, con temas que evocan inocencia, pérdida y belleza en medio del horror. La partitura funciona como una extensión del alma de Liesel: frágil, valiente y llena de palabras por decir.
La ladrona de libros es una historia sobre la memoria, la palabra y el poder de resistir a través de lo invisible. Una película que no grita, pero conmueve. Que no idealiza, pero ilumina. Ideal para quienes creen en la literatura como refugio… y en las niñas que, aun en los peores tiempos, siguen creyendo en las historias.