
Dirigida por Toby Wilkins y estrenada con el título original The Grudge 3 en 2009, esta entrega continúa la expansión de la maldición iniciada en las películas anteriores, pero ahora centrada en un edificio residencial de Chicago. La trama muestra cómo el espíritu de Kayako no está ligado únicamente a la casa original en Tokio, sino que se propaga a través de quienes sobreviven temporalmente a sus ataques. El enfoque se desplaza hacia la idea de que el rencor, una vez liberado, no puede ser contenido geográficamente ni detenido con distancia física.
La historia se sitúa en un complejo de departamentos donde los inquilinos comienzan a experimentar sucesos paranormales: sonidos nocturnos, presencias silenciosas en los pasillos y desapariciones que nadie puede explicar. La tensión aumenta cuando los residentes empiezan a conectar los hechos con los eventos ocurridos en películas anteriores, revelando que la maldición sigue activa y creciendo. El espacio cerrado del edificio funciona como prisión simbólica que encierra a los personajes en un ciclo de pánico y persecución constante.
A diferencia de entregas previas que utilizaban apariciones más sutiles, en esta película Kayako se manifiesta con mayor fuerza física y claridad visual. La presencia del espíritu parece impulsada no solo por la tragedia original, sino por una necesidad creciente de destruir todo aquello que toca. La película mantiene su simbología gestual clásica —movimientos lentos, sonidos guturales y cuerpos distorsionados— reforzando su identidad como fuerza inhumana y persistente.
El protagonismo recae en residentes del edificio que no tienen relación directa con Japón, lo que permite observar cómo la maldición actúa sobre personas ajenas al origen y al contexto espiritual que la creó. Entre ellos aparece una figura clave: una sobreviviente ligada directamente a Kayako, cuya llegada al edificio introduce la posibilidad de intervenir el ciclo, ya sea para detenerlo o intensificarlo. Esta incorporación agrega dimensión emocional y establece puente entre la cultura japonesa del rencor y el nuevo entorno estadounidense.
La puesta en escena adopta una estética más clásica del cine de terror estadounidense, con espacios oscuros, golpes sonoros y encuentros directos con la entidad. Aunque mantiene elementos del horror japonés, la película opta por una estructura narrativa más lineal y accesible, con ritmo acelerado y escenas diseñadas para impacto inmediato. Los pasillos estrechos, puertas entreabiertas y escaleras silenciosas intensifican la sensación de encierro.
Uno de los temas centrales es la posibilidad de detener la maldición mediante rituales y confrontación directa con la fuente. Sin embargo, la historia enfatiza que enfrentar el rencor no significa destruirlo, sino entender que puede transformarse. La película sugiere que el trauma no se elimina, solo cambia de forma y encuentra nuevos huéspedes. Esta perspectiva mantiene el tono fatalista característico de la saga, aunque lo presenta desde un enfoque emocional más humano.
La maldición 3 es ideal para espectadores que buscan continuidad narrativa, explicaciones más claras y mayor intensidad visual en la manifestación del horror. Aunque adopta un estilo más convencional, mantiene la esencia inquietante que define la franquicia: el miedo no viene solo del monstruo, sino de la inevitabilidad del daño emocional. Una entrega que marca transición en la saga y demuestra que el rencor puede cruzar fronteras, culturas y vidas sin detenerse.