
Dirigida por Jaume Collet-Serra y estrenada en 2025 con el título original The Woman in the Yard, La mujer de las sombras (2025) construye un thriller psicológico donde la tensión se mueve como un susurro dentro de un entorno doméstico aparentemente tranquilo. La película desarrolla un ambiente inquietante, lleno de silencios que pesan más que cualquier grito, mientras la protagonista descubre que algo —o alguien— se oculta en los rincones que creía seguros. Collet-Serra, reconocido por su habilidad para transformar espacios cotidianos en escenarios amenazantes, dirige esta historia con una precisión atmosférica que envuelve al espectador desde los primeros minutos.
La narrativa sigue a una mujer que comienza a percibir presencias inexplicables en el patio de su casa, un espacio que antes simbolizaba calma y que ahora se convierte en el epicentro de una inquietud creciente. Sus dudas, alimentadas por la soledad y la vulnerabilidad, la llevan a cuestionarse su propia percepción. Sin apoyo inmediato ni testigos, su búsqueda por desentrañar la verdad se vuelve un enfrentamiento directo con su mente y con un peligro invisible que parece observarla desde la oscuridad. Este conflicto interno impulsa gran parte de la fuerza emocional de la película.
Collet-Serra utiliza el escenario del patio con maestría, convirtiéndolo en un personaje más. Sus sombras cambiantes, el crujir de la madera nocturna y los rincones que escapan a la vista componen un espacio que respira misterio. Cada detalle, desde un movimiento leve hasta un objeto fuera de lugar, aporta a una tensión constante que nunca estalla por completo, pero que se siente latente en cada plano. Esta construcción visual subraya la noción de que el terror puede surgir precisamente de lo que no se ve, de lo que se sospecha y de aquello que se esconde en los límites de la luz.
A medida que la protagonista profundiza en el origen de la presencia que la acecha, emergen fragmentos de su pasado que empiezan a mezclarse con la amenaza actual. El relato oscila entre el presente y memorias que se filtran como sombras, revelando heridas emocionales que podrían estar relacionadas con la figura que aparece en el patio. Esta estructura narrativa permite explorar el impacto psicológico del trauma, insinuando que a veces los fantasmas no son sobrenaturales, sino recuerdos que no fueron resueltos a tiempo. La película juega con esa ambigüedad de forma inteligente y cautivadora.
La dirección de Collet-Serra se apoya en un ritmo calculado que prioriza la tensión emocional sobre los sobresaltos fáciles. Cada secuencia incrementa la sensación de aislamiento, creando un crescendo silencioso donde la protagonista parece estar atrapada tanto física como psicológicamente. El suspense se alimenta de pequeños descubrimientos y pistas inquietantes que obligan al espectador a tratar de anticiparse a la verdad, solo para descubrir que el camino está lleno de giros sutiles y atmósferas cada vez más densas.
El final de La mujer de las sombras (2025) ofrece un cierre que no busca resolver cada misterio de forma cómoda, sino dejar una resonancia emocional que acompaña al espectador después de los créditos. La revelación del origen de la figura en el patio recontextualiza la historia y devuelve sentido a los temores de la protagonista, subrayando que enfrentar la verdad puede ser tan aterrador como cualquier presencia de