
Dirigida por Alfonso Cuarón y basada en la novela clásica de Frances Hodgson Burnett, La Princesita (A Little Princess) es una joya del cine familiar que combina fantasía, ternura y una profunda sensibilidad emocional. Estrenada en 1995, esta adaptación moderna del cuento victoriano destaca por su belleza visual y su mensaje universal sobre la imaginación, la bondad y la fortaleza interior.
La historia sigue a Sara Crewe (Liesel Matthews), una niña imaginativa y generosa que vive feliz con su padre en la India colonial. Cuando él debe partir a la guerra, la envía a un internado en Nueva York, donde Sara pasa de ser la alumna más querida a una sirvienta maltratada tras la desaparición de su padre. Sin embargo, su espíritu no se quiebra: con imaginación y esperanza, transforma el dolor en fantasía y demuestra que toda niña es una princesa, sin importar su origen.
Liesel Matthews entrega una interpretación conmovedora, llena de inocencia y fuerza. Eleanor Bron da vida a la estricta directora Miss Minchin con una mezcla perfecta de rigidez y vulnerabilidad. Liam Cunningham aporta calidez como el padre de Sara, mientras que el elenco infantil completa la historia con frescura y emoción. Cada actuación se siente auténtica, logrando que el espectador se conecte emocionalmente con los personajes.
La dirección de Cuarón brilla en cada plano, con una fotografía rica en colores dorados y verdes que evocan los recuerdos y la fantasía. El contraste entre el mundo gris del internado y los pasajes mágicos de la imaginación de Sara refuerza el tema central: la capacidad de soñar incluso en los momentos más oscuros. La cámara fluida y el uso poético de la luz anticipan el estilo visual que más tarde consagraría al director en películas como Harry Potter y el prisionero de Azkaban y Roma.
La música compuesta por Patrick Doyle eleva la película a otro nivel. Sus melodías delicadas y emotivas acompañan cada momento clave, reforzando la conexión emocional con la historia. La banda sonora combina el tono mágico de los cuentos con una profunda melancolía, convirtiéndose en un elemento esencial de la experiencia cinematográfica.
La Princesita (1995) es una obra de arte visual y emocional que demuestra que la verdadera nobleza nace del corazón. Con una dirección exquisita, actuaciones memorables y un mensaje inspirador, la película sigue siendo un clásico que toca el alma de niños y adultos por igual. Es un recordatorio luminoso de que, incluso en la tristeza, la imaginación puede salvarnos.