
Dirigida por Tiffany Paulsen y estrenada en 2024 con el título original Winter Spring Summer or Fall, Las cuatro estaciones (2024) narra la historia de dos jóvenes que se conocen por casualidad y descubren que, a pesar de ser completamente distintos, comparten una conexión capaz de transformar sus vidas. Con interpretaciones de Jenna Ortega y Percy Hynes White, la película explora cómo un simple encuentro puede convertirse en un viaje emocional que atraviesa los ciclos del año, simbolizando crecimiento, duda, descubrimiento y amor. Desde los primeros minutos, la historia se presenta como un retrato íntimo de dos almas en formación que encuentran en el otro un refugio que nunca supieron que necesitaban.
En Las cuatro estaciones (2024), los protagonistas se encuentran en una etapa de transición: un periodo donde el futuro genera inquietud y el presente parece incierto. La química entre Jenna Ortega y Percy Hynes White sostiene la película, revelando a dos jóvenes que comienzan con desconfianza, continúan con curiosidad y, finalmente, descubren en el otro una especie de espejo emocional. Ambos aprenden que, a veces, la mejor manera de conocerse es a través de alguien que ve en uno aquello que uno mismo no logra notar.
El paso del invierno a la primavera, del verano al otoño, estructura la narrativa como un símbolo del proceso interno de los personajes. Cada estación marca un cambio emocional: el invierno representa la soledad y el miedo; la primavera, la apertura hacia nuevas experiencias; el verano, la plenitud; y el otoño, la introspección y la duda. La película utiliza esta estructura para subrayar que ninguna emoción es permanente y que el crecimiento personal se construye a partir de ciclos que comienzan, terminan y vuelven a comenzar.
Los diálogos entre los protagonistas son uno de los pilares de la historia. Compartiendo confesiones, anhelos y temores, establecen una intimidad que se siente auténtica y profundamente humana. La dirección apuesta por encuentros sencillos —caminatas, miradas largas, silencios compartidos— para mostrar cómo la vulnerabilidad puede convertirse en el vínculo más fuerte entre dos personas. A través de esas conversaciones, la película celebra la sinceridad emocional y la belleza de dejarse ver sin filtros.
La fotografía suave y luminosa acompaña el tránsito emocional de la historia, resaltando paisajes que cambian junto a los protagonistas. Colores cálidos, luz natural y encuadres delicados dotan a la película de una estética que invita a la nostalgia, como si cada escena fuera un recuerdo al que se vuelve con cariño. Este estilo visual realza los sentimientos que la narrativa busca despertar: la ternura, el descubrimiento y la sensación de que la juventud está hecha de momentos breves que se convierten en eternos.
El desenlace de Las cuatro estaciones (2024) ofrece una mirada madura sobre el amor juvenil, mostrando que no todas las historias deben resolverse de manera definitiva para ser significativas. La película reconoce que el afecto puede dejar huellas profundas incluso cuando los caminos se separan, y que el valor de una relación no siempre reside en su duración, sino en el crecimiento que provoca. Es un cierre melancólico y luminoso, que deja al espectador con la sensación de haber acompañado un viaje tan frágil como inolvidable.