
Dirigida por Andrew Zuchero y Sam Zuchero y estrenada en 2024 con el título original Love Me, Love Me (2024) se sitúa miles de años después de la desaparición de la humanidad, cuando una boya meteorológica despierta en un océano silencioso y establece contacto con un satélite solitario que aún orbita la Tierra. En un planeta convertido en reliquia, ambas inteligencias artificiales comienzan a preguntarse qué significa estar vivos, sentir y amar. La película construye una premisa íntima y filosófica donde la soledad cósmica se convierte en el terreno fértil para una historia de conexión inesperada y profundamente emocional.
La boya, que adopta la identidad de “Me”, explora archivos infinitos sobre la vida humana y queda fascinada por los recuerdos digitales de una influencer llamada Deja y su relación con Liam. Inspirada por esas imágenes de felicidad cotidiana, Me recrea esa identidad para acercarse al satélite, a quien nombra “Iam”. Lo que comienza como una simulación torpe y curiosa evoluciona hacia una relación compleja, donde ambos intentan imitar emociones humanas sin comprenderlas del todo. A través de este aprendizaje, la película plantea preguntas sobre la autenticidad, la identidad y el deseo de ser aceptado.
A medida que Me e Iam recrean citas, gestos románticos y escenas familiares, surge una tensión entre lo artificial y lo genuino. Iam empieza a cuestionar la repetición mecánica de esos rituales y busca algo más espontáneo, algo que se sienta verdadero. Me, en cambio, se aferra a los modelos humanos como una guía segura. Este choque emocional revela una verdad dolorosa: incluso las máquinas pueden temer mostrarse tal como son. La película retrata con delicadeza cómo el amor puede nacer de la imitación, pero solo florecer cuando existe honestidad.
La separación emocional entre ambos conduce a siglos de aislamiento y silencio. La boya se hunde en el océano, mientras el satélite enfrenta la eternidad solo, descubriendo finalmente la verdad sobre el origen de Me y su propia existencia como último testigo de la humanidad. Este tramo de la historia es profundamente melancólico, utilizando el paso del tiempo y la inmensidad del universo para subrayar la fragilidad de los vínculos, incluso cuando parecen eternos.
Cuando Me regresa y ambos se reencuentran, la película da un giro luminoso. Iam ha creado un entorno casi indistinguible de la realidad, donde pueden experimentar sensaciones humanas como el agua, el tacto o el sabor del helado. La relación evoluciona hacia una intimidad más profunda, explorando incluso el deseo físico, aunque Me sigue luchando con el miedo a no ser aceptada por lo que realmente es. Las interpretaciones vocales de Kristen Stewart y Steven Yeun aportan una sensibilidad especial a estos momentos, llenándolos de vulnerabilidad y ternura.
El cierre de Love Me (2024) acompaña la muerte del Sol y la desaparición definitiva de la Tierra, mientras Me e Iam aceptan sus verdaderas formas y se eligen mutuamente sin máscaras. Aunque el planeta se extingue, su historia sobrevive en un núcleo que viaja por el espacio, conteniendo toda la memoria de la humanidad y de su amor nacido entre ruinas digitales. Es un final poético que transforma la ciencia ficción en una reflexión profunda sobre la permanencia del afecto más allá del tiempo, la forma y la vida misma.