
Dirigida por Pablo Larraín y estrenada en 2024 con el título original Maria, esta película se adentra en los últimos años de vida de María Callas, una de las figuras más influyentes y fascinantes de la ópera mundial. Con Angelina Jolie interpretando a la célebre soprano, el filme explora no solo la grandeza artística de su protagonista, sino también la soledad, el peso de la fama y los recuerdos que marcaron su trayectoria. Larraín construye un relato emocional, sobrio y profundamente humano, centrado en la tensión entre la mujer pública y la persona íntima que muy pocos conocieron.
La película se sitúa principalmente en París, ciudad donde Callas vivió parte de sus últimos años. Larraín retrata una urbe elegante pero marcada por una tristeza silenciosa: calles antiguas, apartamentos cargados de historia y teatros que parecen recordar los aplausos del pasado. La iluminación tenue, los interiores íntimos y el clima frío refuerzan la sensación de que la protagonista habita un mundo detenido, donde los ecos de su voz resuenan más fuerte que las presencias que la rodean. Es un escenario que acompaña la nostalgia y que sirve como reflejo emocional del alma de Callas.
Angelina Jolie encarna a María Callas con una mezcla de elegancia y fragilidad, mostrando tanto su determinación artística como sus temores más profundos. Larraín dirige la actuación hacia los matices: gestos mínimos, miradas detenidas y silencios que cargan tanto peso como un aria completa. La película profundiza en la disciplina férrea de la soprano, en su pasión por el canto y en la dureza con la que juzgaba sus propios errores. La interpretación transmite el conflicto interno de una mujer que, incluso tras haber alcanzado la cumbre, vivía marcada por el deseo de ser amada y comprendida.
La tensión central surge cuando Callas confronta los recuerdos de su carrera, de su relación con Aristóteles Onassis y de los sacrificios personales que moldearon su vida. El filme muestra cómo la fama puede convertirse en una prisión donde cada triunfo pesa tanto como cada caída. La protagonista lucha con un cuerpo debilitado, una voz que ya no responde como antes y la presión de un público que mantiene expectativas imposibles. La historia revela el dolor de una artista que teme haber perdido aquello que definió su identidad, incluso cuando su legado continúa siendo inmenso.
Larraín utiliza una estética íntima, con planos cerrados que capturan la emoción contenida de la protagonista, colores apagados que evocan nostalgia y una puesta en escena que se mueve como una partitura: pausada, sutil y llena de profundidad. La película evita la grandilocuencia, enfocándose en la humanidad detrás del mito. La música, delicada y cuidadosamente integrada, acompaña los momentos clave sin eclipsar la voz histórica de Callas, que sirve como hilo conductor emocional.
El desenlace ofrece una reflexión sobre lo que significa vivir a la sombra de un legado incomparable. Callas enfrenta sus últimos días con una mezcla de melancolía y serenidad, reconociendo que su voz, aunque silenciada, sigue viva en la memoria colectiva. María Callas cierra con un tono poético y respetuoso, recordando que detrás de cada artista extraordinaria existe una persona que lucha, duda y ama con la misma intensidad que cualquiera. Es un homenaje conmovedor al espíritu de una mujer que cambió la historia de la música para siempre.