
Dirigida por Bong Joon Ho y estrenada en 2025 con el título original Mickey 17, Mickey 17 (2025) sigue a Mickey Barnes, interpretado por Robert Pattinson, un “prescindible” cuyo cuerpo es clonado y regenerado cada vez que muere durante misiones suicidas en una expedición interplanetaria. Lo que comenzó como una escapatoria financiera se transforma en una crisis existencial cuando Mickey descubre que hay otro él mismo coexistiendo a bordo de la nave. En un relato que mezcla ciencia ficción, sátira social y un análisis profundo sobre la identidad, Bong Joon Ho construye un universo tan fascinante como inquietante.
El viaje espacial culmina en Niflheim, un mundo helado y letal cuyas criaturas y patógenos representan amenazas constantes. Mickey 17 —la decimoséptima iteración del protagonista— es enviado a capturar una especie local mientras lucha internamente con su condición de vida replicada. El guion muestra cómo la indiferencia hacia los prescindibles convierte a Mickey en un recurso más de la maquinaria colonizadora. Aunque los científicos usan múltiples versiones de él para desarrollar vacunas, queda claro que su humanidad se diluye con cada nueva copia. El planeta frío actúa como metáfora del trato que recibe: funcional, intercambiable, desechable.
La aparición de Mickey 18 —un clon más agresivo y manipulador— desata un conflicto identitario. Ambos reclaman ser el “verdadero” Mickey, mientras el líder político de la expedición, interpretado por Mark Ruffalo, promete ejecutar a cualquier clon que exista fuera de las reglas. La tensión se magnifica cuando Mickey 18 intenta matar a Mickey 17 y posteriormente atenta contra otros miembros de la tripulación. Este enfrentamiento plantea una pregunta central: si dos seres poseen los mismos recuerdos y emociones, ¿qué define entonces la individualidad? La película se sumerge en esta paradoja sin ofrecer respuestas simples, sino abrazando la complejidad emocional y filosófica del conflicto.
En medio del caos, Mickey 17 desarrolla una relación íntima con Nasha, una agente de seguridad cuya presencia brinda humanidad en un entorno controlado por órdenes y protocolos. Toni Collette y Steven Yeun aportan fuerza dramática como figuras clave dentro de la jerarquía de la misión, cada una movida por ambiciones y miedos contrastantes. Traiciones, secretos y luchas de poder emergen a medida que los clones de Mickey desafían las reglas impuestas y ponen en jaque la estabilidad del proyecto colonial, revelando que la verdadera amenaza no proviene solo del planeta, sino también de quienes dirigen la misión.
Uno de los giros más potentes es la revelación de que los creepers —criaturas nativas temidas por los humanos— no son hostiles, sino defensores de su especie y de su mundo. Mickey 17, utilizando un dispositivo de traducción, logra comunicarse con ellos y descubre que buscaban recuperar a un miembro joven capturado por la nave. Esta empatía inesperada lo convierte en un mediador entre humanos y nativos. La narrativa critica de forma contundente la arrogancia colonizadora, mostrando cómo los prejuicios y el miedo pueden desencadenar guerras innecesarias. La relación entre Mickey y los creepers aporta profundidad emocional y ecológica a la historia.
El clímax llega cuando Marshall intenta exterminar a los creepers, y Mickey 18 —en un último acto de autonomía— se inmola detonando la bomba implantada en su cuerpo, sacrificándose para detener la masacre. Su muerte, a la vez heroica y trágica, confirma que incluso un ser considerado prescindible puede tomar una decisión definitiva. En los momentos finales, Mickey 17 asume un nuevo nombre y destruye el dispositivo de clonación, liberándose del ciclo que lo mantenía atrapado. Mientras Nasha asciende a un papel de liderazgo, la película deja un eco poderoso: la verdadera humanidad no reside en el cuerpo, sino en la capacidad de elegir, sentir y trascender el destino impuesto.