
Dirigida por Seiji Tanaka y estrenada en 2025 con el título original Oni Goroshi, esta obra de acción sobrenatural se adentra en una ciudad marcada por la oscuridad, la corrupción y la presencia ancestral de demonios que viven entre sombras humanas. En Oni-Goroshi: Ciudad de los demonios (2025), el director apuesta por una atmósfera densa donde tradición y modernidad chocan de forma brutal. Tanaka mezcla elementos del folclore japonés con el lenguaje visual del thriller urbano, creando un universo en el que cada rincón parece al borde del colapso espiritual. La cinta envuelve al espectador en un viaje donde lo humano y lo maligno se confunden bajo luces de neón y callejones húmedos.
El protagonista es un guerrero silencioso, criado entre templos y entrenado para enfrentar a los oni desde la infancia. Su regreso a la ciudad no es voluntario: viejas heridas y un rastro de desapariciones lo obligan a enfrentar lo que tanto intentó olvidar. Este personaje, lleno de contradicciones, se mueve con la solemnidad de un hombre que carga culpas invisibles. Su lucha no es solo física; también es una batalla interna entre la disciplina heredada y la rabia contenida que amenaza con devorarlo.
Los oni de la película no se presentan como simples monstruos, sino como criaturas moldeadas por el dolor, la avaricia y la violencia que emanan de los habitantes de la ciudad. Cada aparición es una metáfora de aquello que la sociedad se niega a mirar. Tanaka utiliza estas entidades para cuestionar la frontera entre víctima y verdugo, insinuando que los demonios más peligrosos no siempre son visibles. Sus diseños oscilan entre lo grotesco y lo trágico, subrayando su vínculo con la miseria humana.
La dirección de arte resalta la dualidad del relato: templos antiguos deteriorados por el abandono conviven con rascacielos fríos y luminarias artificiales que apenas iluminan la noche eterna de la ciudad. Oni-Goroshi: Ciudad de los demonios (2025) emplea rojos intensos, sombras profundas y neones parpadeantes para crear una atmósfera visual que sugiere peligro constante. Cada plano está milimétricamente compuesto para transmitir que la ciudad es un organismo vivo, vigilante y siempre dispuesto a cobrar un precio.
Las secuencias de combate destacan por su crudeza y precisión. Tanaka evita la espectacularidad gratuita y apuesta por coreografías tensas, cercanas, que transmiten el peso real de cada golpe. El protagonista enfrenta a los oni con movimientos que combinan artes marciales y rituales antiguos, mostrando un dominio físico que contrasta con su fragilidad emocional. La violencia se convierte en un lenguaje visual que refleja la profundidad de sus conflictos internos.
El desenlace de Oni-Goroshi: Ciudad de los demonios (2025) confronta al protagonista con la verdad que ha evitado toda su vida. El sacrificio que debe realizar no solo redefine su destino, sino también el vínculo entre humanos y demonios. Tanaka cierra la historia con un tono melancólico, dejando abierta la pregunta de si la redención es posible en un mundo donde las sombras siempre encuentran una nueva forma de renacer.