
Dirigida por Lucía Alemany y estrenada en 2024 con el título original Pídeme lo que quieras, Pídeme lo que quieras (2024) adapta la primera entrega de la saga erótica de Megan Maxwell. La cinta sigue el inesperado choque entre Eric Zimmermann, interpretado por Mario Ermito, un empresario alemán que viaja a España tras la muerte de su padre, y Judith Flores, encarnada por Gabriela Andrada, una mujer inteligente, firme y nada dispuesta a dejarse deslumbrar. Lo que comienza como un encuentro laboral rutinario se transforma en un impulso eléctrico que desata miradas, tensión y una atracción tan inmediata como peligrosa.
La película explora cómo el deseo entre Eric y Judith estalla sin filtros. Ambos se ven envueltos en una dinámica cargada de erotismo, exploración y fantasías que desafían los límites establecidos. La narrativa no teme mostrar ese mundo íntimo donde el placer se convierte en un lenguaje compartido y donde ambos descubren facetas ocultas de sí mismos. Judith, especialmente, se adentra en territorios emocionales y sensoriales que nunca había transitado, despertando una libertad que la atrae tanto como la asusta. La química entre los protagonistas sostiene el ritmo y la intensidad del relato.
Aunque la película abraza el erotismo con determinación, no se limita a la piel. Eric y Judith son personajes marcados por inseguridades, miedos y heridas antiguas que resuenan en su presente. Él, cargado de responsabilidad familiar y expectativas empresariales; ella, acostumbrada a protegerse y a no ceder un centímetro de su independencia. La historia se vuelve más profunda cuando ambos deben enfrentar aquello que los limita emocionalmente. Lo que parecía una relación puramente física evoluciona hacia algo más complejo, más vulnerable y más honesto.
La dinámica entre los protagonistas se llena de contrastes: poder y entrega, duda y valentía, deseo y temor. Conforme su relación avanza, las diferencias entre sus mundos se vuelven evidentes, y el reto no es solo mantener viva la atracción, sino aprender a convivir con lo que cada uno arrastra. La tensión emocional —no solo sexual— genera momentos intensos que revelan cuánto necesitan abrirse, comunicarse y atreverse a sentir sin armaduras. La película se sostiene en esa dualidad: placer y conflicto en perpetuo equilibrio.
adapta únicamente la primera parte de la exitosa serie de Megan Maxwell. Queda claro que este es solo el inicio del viaje de Eric y Judith. Aunque inevitablemente hay recortes y licencias narrativas, la cinta mantiene el tono provocador, pasional y emocional que caracteriza a los libros. Los fans reconocerán diálogos, ambientes y situaciones clave, mientras que los nuevos espectadores encontrarán un universo narrativo rico en tensiones, deseos y descubrimientos personales que se despliegan aún más en las siguientes entregas literarias.
El desenlace deja en claro que la historia de Eric y Judith está lejos de concluir. La película cierra con una mezcla de deseo, incertidumbre y promesas rotas o recién nacidas, insinuando que lo más complicado —y lo más apasionante— está por venir. Es un final que despierta curiosidad y deja espacio para las siguientes adaptaciones, manteniendo vivo el espíritu de la saga: una relación que se construye a través de retos, emociones intensas, sensualidad y decisiones que pondrán a prueba sus corazones. El mensaje es claro: amar implica exponerse, arriesgarse y, sobre todo, atreverse a pedir… y a desear.