
Dirigida por Paul W.S. Anderson, Resident Evil: La resurrección (Resident Evil: Afterlife) es la cuarta entrega de la saga cinematográfica inspirada en los videojuegos de Capcom. Estrenada en 2010, la película destacó por ser filmada en 3D con la misma tecnología usada en Avatar, aportando un nuevo nivel visual a la franquicia y llevando la acción a un tono aún más espectacular.
La historia arranca con Alice (Milla Jovovich) atacando las instalaciones de Umbrella en Tokio. Después de perder sus poderes clonados, continúa su viaje por un mundo devastado en busca de sobrevivientes. Su camino la lleva hasta Los Ángeles, donde un grupo de personas refugiadas en una prisión resiste a las hordas de zombis en espera de rescate. Alice se une a ellos y descubre la amenaza de un nuevo enemigo: Albert Wesker (Shawn Roberts), líder de Umbrella y villano emblemático de la saga.
Milla Jovovich retoma con fuerza su papel de Alice, consolidándose como la heroína central de la franquicia. Ali Larter regresa como Claire Redfield, aunque con una subtrama de amnesia que añade tensión. Además, se introduce a Chris Redfield (Wentworth Miller), otro personaje icónico de los videojuegos, que se convierte en pieza clave en la lucha contra Umbrella. Por su parte, Shawn Roberts ofrece una interpretación fría y calculadora como Wesker.
El filme aprovecha la tecnología 3D con escenas diseñadas para impactar al espectador: disparos en cámara lenta, peleas coreografiadas y secuencias llenas de efectos visuales. Los escenarios, como la prisión sitiada y las ruinas de Los Ángeles, refuerzan la sensación de un mundo completamente arrasado. La batalla contra el monstruoso Executioner, inspirado en Resident Evil 5, es uno de los momentos más recordados de la cinta.
La banda sonora, a cargo de Tomandandy, mezcla sonidos electrónicos y oscuros que potencian el estilo frenético de la acción. La música acompaña con energía las secuencias de combate, reforzando la atmósfera apocalíptica y el carácter épico de la película.
Resident Evil: La resurrección apuesta claramente por la espectacularidad visual y la acción estilizada, dejando en segundo plano la coherencia narrativa. Aunque fue criticada por su guion y el exceso de clichés, resultó un éxito comercial y consolidó a la franquicia como un referente del cine de acción con zombis en la década de 2010. Una entrega que, con sus exageraciones, sigue siendo disfrutable para los seguidores del universo Resident Evil.