
Dirigida por Stefon Bristol y estrenada en 2024 con el título original Breathe, esta película presenta un mundo devastado por el colapso ambiental, donde el aire limpio se ha convertido en el recurso más valioso de la humanidad. La historia sigue a una madre y su hija que viven ocultas en un refugio subterráneo, aferrándose a la rutina y a la esperanza de un futuro mejor, hasta que la llegada de desconocidos amenaza con destruir su frágil equilibrio. El filme combina tensión, drama y ciencia ficción para explorar cómo el instinto de supervivencia puede chocar con la necesidad de confiar en otros.
El entorno está marcado por ciudades abandonadas, estructuras corroídas y atmósferas tóxicas que obligan a los personajes a vivir en espacios controlados. La fotografía utiliza tonos desaturados, nieblas densas y contrastes duros para transmitir el agotamiento del planeta. Las calles vacías, los edificios colapsados y los cielos turbios no solo funcionan como escenario, sino como un recordatorio de que la humanidad está pagando el precio de su propia irresponsabilidad. Cada respiro es una lucha y cada paso, un riesgo.
En el corazón de la película está el vínculo entre ambas protagonistas, construido con una mezcla de ternura y miedo constante. La madre trata de mantener la calma, enseñar disciplina y sostener la esperanza, incluso cuando sus propios temores la consumen. La hija, en cambio, vive entre la inocencia y la frustración de un mundo que no comprende del todo. Sus interacciones revelan una dependencia mutua que es tan hermosa como dolorosa, pues cada decisión puede significar la diferencia entre vida y muerte.
La tranquilidad aparente se rompe cuando dos desconocidos aparecen buscando refugio y afirmando tener información crucial sobre el mundo exterior. Su llegada despierta dudas, desconfianza y temores que habían permanecido dormidos. Las tensiones crecen a medida que salen a la luz secretos sobre el pasado, sobre lo que queda de la humanidad y sobre el verdadero propósito del refugio. El conflicto avanza con desbordante incertidumbre, haciendo que cada conversación sea una confrontación emocional y moral.
Stefon Bristol utiliza espacios reducidos, silencios prolongados y movimientos de cámara precisos para crear una atmósfera opresiva. La iluminación tenue y las sombras marcadas refuerzan la sensación de encierro, mientras que los breves momentos en el exterior se sienten casi surrealistas por el contraste con el mundo interior. La música enfatiza el suspenso y la angustia, pero también da espacio a la emoción en las escenas más íntimas. La puesta en escena mantiene un equilibrio entre acción contenida y profundidad emocional.
El desenlace revela verdades dolorosas sobre el estado del planeta y sobre las decisiones que los personajes han debido tomar para sobrevivir. Las revelaciones impactan no solo por su dureza, sino por lo que implican para la relación madre e hija. Respira concluye con un tono sombrío pero reflexivo, dejando claro que incluso en un mundo al borde del colapso, la esperanza puede encontrar una forma de persistir, aunque a un costo emocional profundo.