
Dirigida por Gregory Nava y estrenada en 1997 con el título original Selena, la película reconstruye desde sus primeros minutos el nacimiento de una vocación que marcaría a toda una familia. La historia comienza con una niña criada entre ensayos, escenarios modestos y viajes interminables, donde la música no es un pasatiempo sino una forma de sobrevivir. El filme deja claro, con un tono casi íntimo, que el éxito de Selena no surge de la casualidad, sino de una disciplina férrea impuesta desde el hogar. Desde el inicio se anticipa que este camino luminoso estará acompañado de sacrificios profundos.
Uno de los conflictos centrales es la búsqueda de identidad cultural de Selena, atrapada entre el inglés cotidiano y el español de sus raíces. La película muestra cómo ese choque cultural se convierte primero en una barrera y luego en una fortaleza. Con spoilers claros, vemos cómo Selena aprende el idioma y la tradición musical para conectar con un público que termina viéndose reflejado en ella. Cada presentación es una afirmación de pertenencia y orgullo, convirtiendo su voz en un puente emocional entre generaciones latinas que no solían verse representadas en la industria.
El padre de Selena, interpretado magistralmente por Edward James Olmos, es retratado como un hombre visionario pero controlador. Su amor es genuino, aunque muchas veces se manifiesta como rigidez y miedo a perder el control. La película no idealiza esta relación, sino que expone discusiones, tensiones y decisiones difíciles. Con spoilers evidentes, se muestra cómo el éxito de Selena obliga a su padre a enfrentar el hecho de que su hija ya no es solo suya, sino de un público cada vez más grande.
El segundo acto está marcado por una sucesión de triunfos que parecen imparables: conciertos multitudinarios, premios y reconocimiento internacional. Aquí la interpretación de Jennifer Lopez resulta clave para transmitir el carisma y la cercanía de Selena con su público. La película muestra el vértigo del éxito, pero también el agotamiento físico y emocional que conlleva. Con spoilers claros, se evidencia que mientras Selena alcanza la cima, su vida personal comienza a quedar peligrosamente expuesta.
El tono del filme cambia de forma abrupta cuando la relación con Yolanda Saldívar se vuelve cada vez más inquietante. La película no disimula la amenaza, construyendo una tensión silenciosa que culmina en una de las escenas más devastadoras del cine biográfico. Con spoilers explícitos, el asesinato de Selena ocurre justo cuando su carrera estaba a punto de cruzar una nueva frontera internacional. La abrupta pérdida genera una sensación de vacío que atraviesa todo el desenlace.
El cierre de Selena evita recrearse en el morbo y apuesta por la memoria y el legado. La película recuerda a Selena como un símbolo cultural cuya influencia trascendió su corta vida. Su música, su imagen y su impacto emocional continúan vivos en sus seguidores. Con un tono agridulce, el filme deja claro que la muerte no apagó su voz, sino que la transformó en una presencia eterna. Selena no es solo una artista perdida, sino una leyenda que sigue uniendo generaciones.