
Dirigida por Lone Scherfig y basada en la novela de David Nicholls, Siempre el mismo día (One Day) es una de esas películas que logran combinar el romance y la tragedia con una delicadeza inolvidable. A través de una estructura única —la de seguir a dos personas el mismo día de cada año—, la historia nos muestra cómo el amor puede transformarse, perderse y renacer con el paso del tiempo. Es un viaje emocional que deja huella.
La película sigue la relación entre Emma Morley (Anne Hathaway) y Dexter Mayhew (Jim Sturgess), quienes se conocen el 15 de julio de 1988, el día de su graduación universitaria. A partir de ahí, cada año ese mismo día nos revela en qué punto se encuentran sus vidas: a veces juntos, a veces distantes, pero siempre conectados. Entre decisiones equivocadas, sueños frustrados y momentos de ternura, su historia se convierte en un reflejo del amor real, imperfecto y profundamente humano.
Anne Hathaway deslumbra con una interpretación sensible y contenida, mostrando la evolución de Emma desde una joven idealista hasta una mujer madura y segura. Jim Sturgess ofrece un Dexter carismático pero vulnerable, atrapado entre el éxito superficial y la búsqueda de un propósito real. La química entre ambos actores es el corazón de la película: natural, intensa y emocionalmente honesta.
Lone Scherfig dirige con elegancia y sutileza, evitando los clichés del romance convencional. La narración fragmentada, que muestra solo un día al año, permite ver el paso del tiempo de forma poética y dolorosa. La fotografía, con tonos cálidos y melancólicos, refuerza la sensación de nostalgia constante. La banda sonora de Rachel Portman añade un toque de melancolía que acompaña perfectamente la montaña rusa emocional de los protagonistas.
Siempre el mismo día es más que una historia de amor: es una reflexión sobre el destino, el tiempo y las oportunidades perdidas. Nos recuerda que las personas cambian, que el amor puede resistir la distancia, pero también que a veces llega demasiado tarde. Con un final tan devastador como hermoso, la película deja una marca imborrable, invitando al espectador a valorar cada momento, cada encuentro, y cada “día que parece igual”, pero que lo cambia todo.
Siempre el mismo día (2011) es un relato conmovedor sobre la conexión humana y la fragilidad del tiempo. Con interpretaciones brillantes, dirección delicada y un guion cargado de emoción, se consolida como una de las historias románticas más profundas de su década. Una película que duele y consuela al mismo tiempo, recordándonos que el amor verdadero… puede no durar para siempre, pero sí permanecer en el alma.