
Dirigida por Michael Fimognari y estrenada en 2025 con el título original Jingle Bell Heist, la película mezcla comedia romántica y cine de robos con la Navidad como telón de fondo. La historia se sitúa en una Londres iluminada por luces festivas, donde dos desconocidos, ahogados por problemas económicos, coinciden con la misma idea arriesgada: cometer un atraco durante la víspera navideña. Desde el inicio, el film contrapone la calidez de las fiestas con la crudeza de la necesidad, dejando claro que no todos viven la Navidad como un tiempo de abundancia.
Sophia es una joven que sobrevive encadenando trabajos mal pagados mientras cuida de su madre enferma. Su vida está marcada por la presión constante del dinero y la sensación de que el esfuerzo nunca es suficiente. Cuando un intento fallido de robo la expone, queda atrapada en una situación que la obliga a tomar decisiones cada vez más comprometidas. La película retrata su conflicto interno con sensibilidad, mostrando cómo la desesperación puede nublar la línea entre lo correcto y lo necesario.
Nick aparece como el complemento perfecto y peligroso: un hombre con conocimientos técnicos y una herida abierta tras haber pasado por prisión por un delito que asegura no haber cometido. Su objetivo no es solo el dinero, sino limpiar su nombre y demostrar que el sistema también se equivoca. A medida que el plan avanza, queda claro que su alianza con Sophia nace más de la necesidad mutua que de la confianza, generando una tensión constante entre ambos.
La Londres navideña funciona como un personaje más. Las vitrinas brillantes, los villancicos y el consumo desenfrenado contrastan con la precariedad de los protagonistas. Este entorno refuerza la idea de que la riqueza está a la vista, pero fuera del alcance de muchos. El robo planeado se transforma así en un gesto simbólico contra una estructura que parece diseñada para excluir, incluso en la época del año que presume generosidad.
A medida que Sophia y Nick afinan los detalles del atraco, emergen secretos y motivaciones ocultas que ponen a prueba su alianza. El objetivo deja de ser únicamente el botín y pasa a ser la posibilidad de un nuevo comienzo. La película utiliza los giros del plan para explorar la confianza, la traición y la necesidad de creer en alguien más cuando todo parece perdido.
El desenlace de Un robo muy navideño apuesta por un tono cálido y optimista. Sin glorificar el delito, la historia concluye subrayando la importancia de las segundas oportunidades y de la conexión humana en medio del caos. La Navidad, finalmente, no se define por el robo ni por el dinero, sino por la posibilidad de empezar de nuevo cuando alguien decide no enfrentar el mundo en soledad.