
Dirigida por Tate Taylor y estrenada en 2020 con el título original Ava, esta película sigue la historia de una asesina a sueldo cuya vida personal comienza a desmoronarse al mismo tiempo que su carrera se vuelve más peligrosa que nunca. Interpretada por Jessica Chastain, Ava lucha por mantener el control mientras sus misiones se complican y los conflictos con su organización amenazan con convertirla en objetivo. El filme combina acción, tensión emocional y una mirada íntima a las heridas que definen a su protagonista.
La historia se desplaza entre ciudades internacionales, habitaciones de lujo que ocultan secretos y callejones donde cada sombra puede convertirse en una trampa mortal. La fotografía utiliza tonos fríos, luces nocturnas y ambientes minimalistas para reforzar la soledad que acompaña a Ava en cada misión. Los espacios elegantes contrastan con el peligro constante, sugiriendo que su vida se mueve entre dos mundos: uno pulido y superficial, y otro brutal e implacable.
Jessica Chastain construye un personaje profundamente humano, lejos de la imagen de invulnerabilidad típica del cine de acción. Ava carga con un pasado marcado por adicciones, errores y relaciones fracturadas, elementos que regresan para perseguirla justo cuando intenta rehacer su vida. Su sensibilidad, su impulsividad y su determinación crean un retrato complejo: una profesional letal por fuera, pero llena de grietas emocionales por dentro. Su conflicto interno se vuelve tan peligroso como los enemigos que enfrenta.
El punto de quiebre llega cuando su organización comienza a sospechar de su estabilidad, convirtiendo a Ava en un riesgo para su propia gente. Las tensiones con Simon —interpretado por Colin Farrell— generan un duelo emocional y físico que impulsa la película hacia un conflicto moral: ¿hasta qué punto una asesina merece una segunda oportunidad? La rivalidad, la desconfianza y los errores acumulados hacen que cada enfrentamiento avance hacia un destino inevitable.
Tate Taylor apuesta por secuencias de combate cercanas, coreografiadas con precisión y cargadas de intensidad física. Sin embargo, reserva espacio para escenas pausadas donde la cámara se detiene en los gestos, en las miradas y en el peso emocional que Ava arrastra. La música acompaña esta dualidad, alternando ritmos tensos con notas melancólicas. El resultado es una película que no solo impacta por su acción, sino por su retrato emocional.
El desenlace muestra a Ava enfrentando las consecuencias de sus decisiones y abriendo una grieta hacia un futuro incierto. No hay redención inmediata ni cierre absoluto: solo la necesidad de seguir adelante en un mundo donde cada error tiene un precio. Ava termina con un tono de resistencia y vulnerabilidad, recordando que incluso los más fuertes cargan batallas internas que nunca terminan del todo.