
En plena Guerra Fría, algo enorme cae del cielo sobre un pequeño pueblo en Maine. Lo descubre Hogarth Hughes, un niño con mucha imaginación y pocos amigos. Lo que encuentra no es un meteorito, sino un robot gigante, confundido y con el poder de destruirlo todo… si quisiera. Pero Hogarth ve algo más: una mente inocente, un corazón que aprende.
Mientras el gobierno entra en pánico y un agente federal obsesionado con la amenaza intenta destruir al gigante, Hogarth le enseña sobre la vida humana, la bondad, y los cómics. El robot empieza a preguntarse quién quiere ser: ¿una máquina de guerra, o algo mejor? Pero cuando todo se sale de control, el pueblo entero deberá descubrir si hay algo más grande que el miedo.
Dirigida por Brad Bird (que luego haría *Los Increíbles*), esta película combina estética retro, calidez narrativa y un profundo mensaje antibélico. Aunque fue subestimada en su estreno, se convirtió en una obra de culto gracias a su humanidad, sensibilidad y potencia emocional. Una historia contada con sencillez, pero con un eco duradero.
El gigante no tiene pasado, pero sí libre albedrío. Y eso lo cambia todo. Su conexión con Hogarth le muestra que incluso una máquina puede tener alma… si decide actuar con compasión. Una lección poderosa para grandes y chicos: no importa de dónde venís, importa lo que hacés con eso.
El gigante de hierro es una historia sobre amistad, sacrificio y la posibilidad de cambiar el curso de las cosas con una sola decisión. Ideal para quienes creen que los héroes no siempre llevan capa, y que incluso lo más inmenso puede tener un corazón de niño.