
Dirigida de forma colectiva por varios cineastas, El juego de las 100 velas (The 100 Candles Game) es una antología de terror que parte de una leyenda japonesa: un grupo de amigos se sienta en círculo con cien velas encendidas frente a un espejo y, por cada historia contada, apagan una. Si alguien rompe las reglas o abandona el juego, una presencia maligna reclama su deuda.
La película entrelaza varios cortometrajes de terror —cada uno con su tono y estética— mientras el “juego” funciona como marco narrativo. Desde casas embrujadas y criaturas nocturnas hasta maldiciones y apariciones, cada cuento empuja a los jugadores (y al espectador) hacia un final cada vez más oscuro conforme disminuye la luz de las velas.
El elenco incluye a Magui Bravi, Clara Kovacic, Agustín Olcese y James Wright, entre otros, quienes interpretan tanto a los participantes del ritual como a figuras de los relatos. Sus interpretaciones sostienen el tono inquietante y la progresiva sensación de fatalidad del juego.
El film combina texturas: fotografía sombría, granos de imagen, colores saturados y recursos clásicos del género. La puesta en escena del círculo de velas y el espejo aporta un símbolo poderoso: cada llama que se apaga incrementa la tensión y sugiere que algo se aproxima, reforzando el miedo psicológico por encima del susto fácil.
La banda sonora y el diseño de sonido se apoyan en silencios prolongados, golpes secos y susurros para construir suspense. En los segmentos, las partituras varían desde lo minimalista a lo más orquestal, siempre al servicio del crescendo de terror del marco principal.
Sin reinventar la rueda, El juego de las 100 velas ofrece una experiencia de midnight movie: historias breves, ideas inquietantes y un dispositivo central eficaz que mantiene la curiosidad encendida hasta la última vela. Ideal para maratones de terror y para fans de las antologías con sabor a leyenda urbana.