
Dirigida por Alessandro Genovesi y estrenada con el título original Fabbricante di lacrime, esta película italiana de 2024 adapta la novela de Erin Doom en una versión cinematográfica que combina drama romántico, trauma psicológico y un toque de fantasía simbólica. La historia sigue a dos adolescentes marcados por experiencias dolorosas que, tras crecer en el mismo orfanato, se reencuentran en un entorno nuevo donde deben enfrentarse tanto a su pasado como a sus sentimientos. La cinta apuesta por emociones intensas, tensiones contenidas y una estética melancólica que explora heridas profundas detrás del amor juvenil.
La protagonista vive con cicatrices emocionales derivadas de su crianza en un orfanato rígido y opresivo donde la vulnerabilidad era castigada, no acompañada. Allí conoció al enigmático chico que marcaría su destino, alguien distante, frío y rodeado de rumores oscuros. El pasado compartido entre ambos es la base del conflicto, pues la historia no se centra solo en el romance, sino en cómo sobrevivir a vínculos construidos con miedo, silencio y dolor emocional no resuelto.
Cuando vuelven a cruzarse en la vida adulta, la relación renace llena de tensión, resentimientos y deseo contenido. El protagonista masculino aparece como figura misteriosa, dura y protectora, pero también emocionalmente inaccesible debido a traumas profundos relacionados con su infancia. La protagonista oscila entre atracción y autodefensa, intentando comprender si lo que siente es amor real o una dependencia generada por la falta de afecto durante su niñez.
La película incorpora un elemento simbólico clave: la existencia del “Fabricante de Lágrimas”, un ser mítico del cual se dice que crea el dolor humano y manipula destinos sentimentales. Aunque no aparece como entidad literal, su figura funciona como metáfora del sufrimiento emocional y del miedo a amar. Esta dualidad entre fantasía y trauma psicológico aporta un matiz poético a la narrativa, conectando sentimientos internos con folklor emocional.
La puesta en escena se caracteriza por iluminación suave, colores desaturados y escenarios íntimos que reflejan vulnerabilidad emocional. Los silencios, miradas y pausas son parte esencial del lenguaje visual, enfatizando la dificultad de expresar sentimientos cuando se han aprendido estrategias de supervivencia emocional. La música acompaña la narrativa con tonos nostálgicos, sin caer en exageración melodramática.
Más allá del romance, la película se concentra en cómo sus protagonistas intentan reconstruirse emocionalmente. No presentan fortaleza perfecta, sino grietas profundas que revelan heridas de abandono y miedo al apego. La evolución se da cuando aprenden a conectar desde la honestidad, no desde el trauma compartido. Los personajes secundarios funcionan como espejos y contrastes, mostrando distintas formas de enfrentar el dolor.
Fabricante de lágrimas es una película dirigida a quienes disfrutan romances juveniles intensos, cargados de emociones contenidas, heridas afectivas y estética melancólica. Más que una historia fantástica, es un viaje de sanación, identidad y valentía emocional. Una obra que recuerda que amar no es solo sentir, sino enfrentar el peso del pasado para construir algo nuevo.