
Dirigida por Daniel Stamm, La luz del diablo (Prey for the Devil) es una película de terror sobrenatural que combina el exorcismo tradicional con una mirada contemporánea sobre la fe, el trauma y la redención. Ambientada en una escuela católica para exorcistas, la historia sigue a una joven monja que desafía las normas de la Iglesia al enfrentarse a una antigua y maligna presencia. Con atmósfera opresiva, sustos bien ejecutados y un trasfondo emocional, la cinta aporta un toque diferente al género.
La trama se centra en Hermana Ann (interpretada por Jacqueline Byers), una joven que siente un llamado especial: cree estar destinada a practicar exorcismos, pese a que la Iglesia solo permite a los sacerdotes realizarlos. Bajo la tutela del Padre Quinn (Colin Salmon), Ann comienza a aprender las técnicas del ritual y a enfrentarse a casos reales de posesión. Sin embargo, su fe será puesta a prueba cuando se encuentre con una niña poseída que podría estar conectada con su propio pasado y con los demonios que aún la atormentan.
Jacqueline Byers ofrece una interpretación intensa y convincente, transmitiendo fuerza interior y vulnerabilidad a partes iguales. Colin Salmon destaca como su mentor, aportando autoridad y humanidad al relato. Virginia Madsen aporta presencia como la Dra. Peters, representante de la visión científica que se contrapone a la fe. El elenco logra sostener el tono serio y sombrío que la historia requiere, elevando el material más allá de los clichés habituales del cine de exorcismos.
Daniel Stamm, conocido por El último exorcismo (2010), regresa al género con una propuesta más estilizada y emocional. Su dirección equilibra los momentos de susto con el desarrollo psicológico de la protagonista. Los efectos visuales y el maquillaje refuerzan la sensación de realismo en las posesiones, mientras que la iluminación y el diseño sonoro construyen un ambiente cargado de tensión espiritual. La película logra mantener el misterio y el miedo sin recurrir en exceso a lo explícito.
La partitura compuesta por Nathan Barr combina coros religiosos, sonidos inquietantes y silencios prolongados para intensificar el suspense. Los efectos sonoros —susurros, respiraciones, golpes— contribuyen a una sensación constante de amenaza. La ambientación en pasillos antiguos, criptas y salas de oración crea una atmósfera que mezcla lo sagrado y lo profano con eficacia visual.
La luz del diablo (2022) ofrece un relato clásico de exorcismos con un enfoque más personal y femenino. A través de la Hermana Ann, la película explora temas de fe, culpa y poder interior, entregando una historia que combina terror sobrenatural con drama espiritual. Sin reinventar el género, Daniel Stamm consigue una obra inquietante, emocional y visualmente cuidada que recuerda que, a veces, los demonios más difíciles de vencer son los que llevamos dentro.