
Dirigida por Juan Pablo Arias Muñoz y estrenada en 2024 con el título original The Curse of the Necklace, la película se inscribe dentro del terror sobrenatural clásico, apoyándose en la figura de un objeto maldito como detonante de una cadena de tragedias. Desde su planteamiento inicial, el relato establece que el peligro no proviene de un lugar específico, sino de algo que puede habitar el espacio doméstico más íntimo. El collar funciona como símbolo y amenaza, una herencia que arrastra un pasado oscuro imposible de ignorar.
La historia se desarrolla principalmente en el ámbito familiar, donde la aparente seguridad del hogar se ve progresivamente erosionada. La llegada del collar introduce una presencia inquietante que altera la rutina cotidiana, generando desconfianza, miedo y tensión entre quienes lo rodean. La película construye el terror desde lo cercano, mostrando cómo lo sobrenatural se infiltra en espacios comunes y convierte lo familiar en un terreno hostil.
En La maldición del collar, el horror no se apoya únicamente en apariciones explícitas, sino en una acumulación de señales inquietantes. Ruidos, visiones fugaces y comportamientos inexplicables refuerzan la sensación de que algo observa y espera el momento adecuado para actuar. El film opta por una progresión lenta del miedo, permitiendo que la amenaza crezca de forma casi imperceptible hasta volverse imposible de negar.
El collar no solo desencadena fenómenos sobrenaturales, sino que obliga a los personajes a enfrentar errores y secretos del pasado. La maldición parece alimentarse de culpas no resueltas y decisiones equivocadas, convirtiéndose en una extensión de conflictos humanos más profundos. La película sugiere que el horror no surge de la nada, sino que se manifiesta cuando aquello que se intentó ocultar regresa para cobrar su precio.
Lejos de un enfoque excesivamente explícito, la película apuesta por una violencia dosificada que refuerza la tensión psicológica. Cada incidente deja secuelas visibles y emocionales, evitando el espectáculo gratuito. El miedo se construye desde la anticipación, manteniendo al espectador en un estado de alerta permanente, donde la certeza de que algo terrible ocurrirá resulta más perturbadora que el acto en sí.
El desenlace de La maldición del collar mantiene la coherencia con su tono oscuro y opresivo. No ofrece soluciones fáciles ni alivio total, sino una conclusión que refuerza la idea de que algunas maldiciones no pueden romperse sin un alto costo. La película finaliza como un recordatorio inquietante de que ciertos objetos no solo guardan recuerdos, sino también horrores dispuestos a despertar cuando menos se espera.