
Dirigida por Mariana Chenillo y estrenada en 2025 con el título original Lucca’s World, esta película narra la lucha de una mujer que enfrenta lo inimaginable tras el diagnóstico de parálisis cerebral de su hijo. La historia—tomada del libro homónimo escrito por Bárbara Anderson—golpea con fuerza: una espera al borde de lo imposible, un amor materno dispuesto a romper todas las barreras. Desde el primer suspiro del recién nacido hasta la determinación de cruzar continentes, la película atrapa con su honestidad brutal y un dramatismo que duele, conmueve y obliga a mirar de frente lo que significa la discapacidad, la esperanza y la resiliencia en un mundo que a menudo cierra puertas.
El centro emocional de la película es Bárbara Mori, quien interpreta a Bárbara Anderson, madre de Julián Tello (Lucca), un niño diagnosticado con parálisis cerebral severa. Su actuación transmite una mezcla de temor, culpa, amor inconmensurable y una determinación inquebrantable. Cada lágrima, cada grito de angustia, cada esperanza contenida, posee la fuerza de alguien que no se rinde. La actuación de Mori —acompañada por Juan Pablo Medina como el padre— convierte la película en un retrato realista y profundo de lo que implica amar sin condiciones, incluso cuando los sueños se fracturan antes de nacer.
La narrativa se lanza al drama del desplazamiento: ante la escasez de alternativas médicas convencionales, la familia decide volar a la India en busca de un tratamiento experimental. Ese viaje —como espejo de esperanza y terror— revela los recovecos de un sistema global que muchas veces margina, pero también plantea la posibilidad de una segunda oportunidad. Con cada kilómetro recorrido, la película construye tensión, miedo, ilusión y desesperanza. Esa incertidumbre, tan real como angustiosa, obliga al espectador a acompañar sus pasos, a contener la desesperación y a creer, aunque cueste, en lo urgente de intentar lo imposible.
La película no solo relata una historia íntima, sino que abre una ventana sobre la realidad de las personas con discapacidad y las familias que las sostienen. Exige mirar las barreras sociales, la falta de opciones, el estigma y la desigualdad. A partir de la experiencia de Lucca, invita a reflexionar sobre el valor de la vida, la dignidad humana y el derecho a oportunidades reales. Además, visibiliza una lucha cotidiana que muchas veces queda en sombras, transformando el dolor en conciencia colectiva. Es un llamado a la empatía, al respeto y a la acción desde lo humano.
Las actuaciones de Bárbara Mori, Julián Tello y Juan Pablo Medina hacen de “Los dos hemisferios de Lucca” un drama tan verosímil como necesario. La naturalidad con que retratan el dolor, la esperanza, las dudas y los intentos por encontrar normalidad impresionan. No hay glamour: hay realismo crudo, sentimientos desnudos, errores, lágrimas y un amor que empuja, que resiste, que no acepta rendirse. Esa sinceridad actoral conecta con el espectador desde un lugar honesto, sin artificios, sin melodramas exagerados, pero lleno de verdad.
Al final, lo que prevalece es el amor: el amor de una madre desesperada por darle a su hijo una vida digna; el de una familia dispuesta a todo por mantener viva la esperanza; el de la vida, aún cuando duela. “Los dos hemisferios de Lucca” no es solo una película de lucha contra diagnósticos adversos: es una oda a la resiliencia, una celebración de lo que significa jamás rendirse. Entre lágrimas y decisiones difíciles, reclama un espacio de dignidad para quienes viven con diversidad funcional. Y de paso, logra conmover, inspirar y levantar conciencia. Es cine que toca el corazón, despierta empatía y deja huella.