
Norman Babcock es un niño que vive en un pueblo pequeño, lleno de historia… y de muertos. Literalmente. Él puede ver y hablar con fantasmas, pero nadie le cree. Su familia piensa que está perdido en su mundo, sus compañeros lo evitan, y hasta sus vecinos lo miran con miedo. Pero todo cambia cuando una antigua maldición despierta, y Norman será el único capaz de detener el apocalipsis zombie que se avecina.
Cuando los muertos comienzan a levantarse de sus tumbas, Norman se ve obligado a enfrentar su don, su miedo y el legado oscuro de su ciudad. Con la ayuda de algunos aliados inesperados —incluyendo su hermana mandona, un chico grandulón y hasta el típico bravucón escolar— emprende una misión contrarreloj para descubrir la verdad detrás de la maldición… y reconciliar el pasado con el presente.
Producida por LAIKA, el mismo estudio de Coraline, ParaNorman está hecha con stop motion de altísima calidad. Cada personaje, escena y criatura cobra vida con una atención al detalle impresionante. Aunque está llena de humor negro y estética macabra, la historia es profundamente emotiva y sorprendentemente cálida.
Bajo su apariencia de comedia sobrenatural, la película trata temas muy reales: bullying, intolerancia, pérdida y el dolor del rechazo. Norman, con toda su rareza, representa a quienes son distintos, y su viaje no es solo salvar al pueblo, sino aprender que lo que otros temen, puede ser lo que más se necesita.
ParaNorman es una historia sobre valentía, empatía y la importancia de aceptar a los demás tal como son. Ideal para quienes disfrutan de lo tenebroso con ternura, los relatos diferentes y esas películas que, entre zombis y espectros, nos recuerdan qué significa realmente ser humano.